¿Huertos “urbanos”?
A diario, en nuestras contemporáneas sociedades, nos introducimos en unos conductos que nos depositan, más que trasladan, desde un punto a otro de la ciudad. Nos empleamos en trabajos de ocho horas frente a la pantalla de un ordenador cuya finalidad no acertamos muy bien a interpretar, aunque nos dicen que es para el beneficio de alguna importante empresa, posiblemente internacional. Nos relacionamos por medio de mails, mensajes de móvil, llamadas, vemos el mundo a través de la pantalla de una televisión. A fin de mes, recogemos, con suerte, una cantidad de un bien, un intangible valor –si creemos lo que dice nuestro banco- que nos permitirá seguir por más tiempo plenamente integrados dentro del sistema, seguir “a flote”.
Podremos desplazarnos entre Madrid y Berlín, por ejemplo, sin apenas darnos cuenta de que lo hemos hecho, pero quizá no conocemos un rincón de nuestro barrio que se encuentra apenas a unos pasos de nuestra casa, no sabemos nada de ese tipo que dice que vive dos pisos debajo del nuestro. Reglamentos y convenciones sociales, expresados en crípticos lenguajes administrativos y judiciales, conducen nuestras vidas y comportamientos habituales, aunque a veces nuestro adormecido instinto animal, nuestro propio discernimiento individual, se nos insinúa tímidamente, apunta alguna honda disensión respecto a lo que, se supone, debe acatar. La ciudad en definitiva, el ámbito, el escenario donde desarrollamos nuestra existencia, ha sido diseñado por políticos, planificadores, economistas y empresarios para nuestro perfecto desenvolvimiento y acomodo. Nada tenemos que hacer en ella salvo aceptar las reglas y vivir la vida ideal que alguien previó, aceptar lo que alguien prescribió que debíamos hacer en cada momento diferente, en cada lugar distinto.
Apeados, a caballo del progreso material, de la tradicional e histórica forma de construir el entorno existencial -bajo el imperio de ciertas normas y ordenanzas públicas no limitantes- con medios propios, e ir haciendo así las ciudades y pueblos, sólo nos queda el reducto de adaptar nuestro propio hogar, a menudo sin embargo con los mismos muebles y complementos estereotipados de una gran marca internacional.
La labor en un huerto para un urbanita moderno revive en éste la vieja, latente, instintiva pulsión de trabajar la tierra, de trabajar con la tierra, con lo que “estaba antes”, de trabajar y emplear el esfuerzo físico en algo cuyo resultado, cuyo producto, podemos ver, entender, palpar... comer. Como algunas viejas técnicas y actividades “no alienantes” que han pervivido con el paso de los siglos –la bicicleta, el dibujo y escritura manual, la autoconstrucción, el paseo “sin objeto”-, se resiste a morir en el imaginario de la población, tanto oriunda de pueblos como nativa de las ciudades, pues se trata de una actividad en sintonía directa con las propias capacidades físicas y psíquicas de quien la lleva a cabo. Una zona urbana –¿qué área de nuestros actuales entornos no lo es?- reservada para la instalación de huertos urbanos, podría ser pues, -y en contra de los habituales parques “diseñados”, en que todo está previamente acondicionado y predispuesto por la autoridad municipal o técnica- un ámbito en que, como ocurría en las viejas y hoy añoradas ciudades históricas, se estableciera un equilibrio, un pacto entre unas determinadas ordenanzas y restricciones públicas, que cuidaran que aquello no se convierta en un espacio sin ley ni estética, y la propia forma de hacer de cada cuál que, en su pequeña parcela de terreno, va haciendo por el milagro de la simultánea acción conjunta de otros muchos como él, un entorno vivo, participado, caracterizado, y en contra de lo que ocurre en la mayoría de los recientes ámbitos contemporáneos, con una personalidad e identidad propias.
Escrito por Arq. Miguel Gómez Villarino
Escribir comentario
Teresa (miércoles, 20 junio 2012)
Muy bonito y muy cierto (como diría tu abuela). Me parece que valdría para la sección de Opinión de cualquier periódico (y …nos hace falta mucha falta la utopía (para avanzar que decía E. Galeano) y mucha filosofía y mucho sentido común y mucho conocimiento…)
Aleco (miércoles, 20 junio 2012 13:20)
Muy atinado el artículo!!
Yo que tengo un huerto en mi propia terraza, puedo afirmar, y afirmo, que Quien tiene un huerto tiene un tesoro!!!
Saludos y felicitaciones al redactor,
Alejandro Fernandez
Susana (miércoles, 20 junio 2012 17:56)
Buenísimo el artículo!!! Los huertos de ocio nos permiten poner "los pies en la tierra"...en todos los sentidos...
Erika (miércoles, 20 junio 2012 20:16)
Tengo una compañera que alquila un huerto en las afueras de Madrid...lo que en los pueblos era parte fundamental de una casa, ahora se alquila como hobbie. Me informaré sobre precios, pero no me extrañaría que ahora se considerase un artículo de lujo!
Fran (miércoles, 20 junio 2012 21:33)
Muy bueno Miguel, comparto tu opinión y me gusta tu idea
vivaldi (miércoles, 20 junio 2012 21:44)
Enhorabuena por el artº.
En su conjunto, de acuerdo con el contenido, pero una reflexión: los huertos urbanos creo que son espacios relictos que, como apuntas, tienen más de satisfacción de un imaginario nostálgico, que de ser una pieza urbana más. Es, lo perdido, recuperado a escala minimalista en la complejidad urbana. Forma parte de una línea evolutiva, que nos guste o no, nos lleva, como decía Sampedro. En nuestros años de vida ya no estamos, ni vemos, ni pisamos, ni cultivamos campo en más de un 85% del tiempo, lo hacemos a través de la TV, internet, los libros,las fotos, las fotos aéreas, los GPS. Incluso los profesionales del campo en los estudios sólo le suelen echar una ojeada, algunoas horas o días. Como dice Susana, no ponemos los "pies en la tierra". Aunque suene a ridículo, el campo de nuestros biznietos y tataranietos será, no ya el sistema solar, sino la galaxia.
Saludos
Andy (miércoles, 20 junio 2012 22:46)
Interesante reflexión. Hace unos 50 años comenzó el éxodo de la población de la ciudad al campo en busca de un futuro próspero y una nueva libertad más allá de las lindes de los núcleos rurales, pero como dice El ÚLTIMO DE LA FILA, Marta Núñez Corregidor sale a corre con su chandal gris cada domingo en Barrio Triste.
Es difícil encontrar ciudades con personalidad que dejen entrever algo más que el fruto de la creciente globalización y el capitalismo más agresivo.
Supongo que las ciudades son un reflejo de la personalidad de sus habitantes, que como bien dices cada vez es más homogénea: compra en Mercadona, ve al teatro Movistar y decora tu casa como si fuese una república independiente.
Si algo puede intentar recuperar la personalidad de los habitantes de un gran suburbio son los actos de cratividad y los huertos urbanos, con algo tan ancestral como es el cultivo de alimentos, nos puede reconciliar con un sentimiento auténtico y primigenio, con la esencia del ser humano.
Puede ser un buen punto de partida crear algo para conocernos más a nosotros mismos y saber quienes somos, además de ser un poco más felices.
Miguel (viernes, 22 junio 2012 14:33)
Gracias a todos por las opiniones e interés. Vivaldi, supongo que ahí la cuestión está en la fe en que la racionalidad humana puede imponerse o no a las condiciones de la naturaleza y las suyas propias, y dar un "salto a las galaxias", aprovechar su energía, etc. Yo soy escéptico en eso, creo que el hombre está muy lejos de "mejorar" o superar su propia condición natural, animal, y además, que es mejor así.
Andy, genial, lo de la canción de EUDLF lo resume mejor que nada, y en general todo tu mensaje.
Isabel (martes, 10 julio 2012 10:03)
Muy bueno la entrada! El caso es que a medida que avanzamos en la tecnología y en el progreso, parece que más es la necesidad que por otro lado desarrollamos de tener una relación que nos fije al territorio. Vivir en "la nube" ha dejado de ser una frase hecha a ser una realidad que se apoderado de nuestra vida. La construcción de los huertos urbanos para unos, la compra de segunda residencia, que tanto daño está haciendo en nuestro territorio, en enclaves de alto valor natural (costa o sierra) es el vano intento de huir de un sistema, del que no podemos escapar, al ser nosotros mismos, ya sea relegando en políticos y técnicos, los que lo hemos construido.
Pablo ReHd Mad (viernes, 05 octubre 2012 17:13)
Gracias Miguel!! recoge muy bien el espíritu de los huertos urbanos comunitarios. Necesitamos construir, también desde estos novedosos espacios comunes, conductas ejemplares promovidas por grupos humanos abiertos, inclusivos, conscientes y responsables. Es mejor encender una vela (crear "luz" en tu barrio) que maldecir la oscuridad (las "sombras" de tu ciudad).
Berenice (martes, 26 noviembre 2013 05:30)
Un poco de indutrialización y todo el rollo.... y a la mitad de la población se le olvido como cultivar la tierra .Muy seguido me pregunto porque la gente encontró mas atractivo el núcleo urbano ,cuando la tierra ,....y el campo les proporcionaba prácticamente todo .Ahora esta el vacío de como cultivar la tierra por muchas generaciones .y resulta que ahora todos queremos huir al monte ,tratando de escapar del centro urbano , del ruido y el "escalofriante" del sistema como si algo de nuestro instinto estuviese gritando desde el fondo ... intentamos consumir frutas orgánicas y lo cierto es que ya mucho es modificado , preferimos la comodidad antes del esfuerzo , claro es que el hombre ya no tiene arreglo , lo hecho hecho esta .El huerto urbano, puede darte diferenciación , una identidad propia ,sin embargo en muchos países se da ya que no hay suficiente dinero para , ya sabes ... no queda mas que cultivar en casa lo que se pueda y el excedente se vende , y eso es un fiel reflejo de algunas desigualdades de aquellos que no pudieron anclarse al sistema . Siempre ocurre en las periferias,en la zona marginal , y es la que a menudo menos se visita , por lo menos en mi país. Al parecer llegue atrasada opinar pero felicidades por la entrada .Me ha gustado.